Al fondo del balcón consistorial, la ikurriña en la vivienda de un garinoaindarra.

A.G. Monreal. ¡Fuera máscaras en Garinoain! La localidad navarra parcialmente sublevada contra el flamante alcalde navarro de Derecha Navarra y Española, Javier Echarri, ha dado un nuevo y rocambolesco salto en una siniestra historia que, sobre todo, refleja la hediondez moral y la maldad intrínseca de estos antiespañoles congénitos. Con sus chamarras de pana y su penetrante olor a berzas, los catetos de Garinoain que le han declarado la guerra al alcalde, acaso lo más decente que hayan tenido al frente del pueblo en los últimos 30 años, le reprochan no haber nacido allí. Son tan cobardes, tan hieros y tan miserables que no se atreven a desvelar la auténtica razón de su odio y resentimiento: Echarri es un español orgulloso de serlo y un católico convencido, dos higiénicos valores en franca decadencia en medio del barrizal que las lluvias torrenciales de la democracia española nos ha dejado.

Hasta ahora, los garinoaindarras (por fortuna, no todos) se escudaban en el peregrino argumento de la foraneidad del alcalde para oponerse a él con saña africana. Como si para gestionar bien ese pueblito fuese condición imprescindible oler a cerdo y a cebolla frita. Ese orgullo sin embargo por lo propio parece que no afecta a otras exaltaciones bien visibles estos días. En este sentido, ¿por qué qué los garinoaindarras (por fortuna, no todos) no muestran la misma exacerbada susceptibilidad frente a la ikurriña, que exhibida en Navarra constituye un símbolo tan irreverente como traicionero? Eso fue lo que ocurrió el día que el nuevo equipo municipal de Garínoain procedió al izado de la bandera de España en el balcón consistorial, por vez primera en 35 años.

Justo frente al Ayuntamiento, en el domicilio de un lugareño de cuyo nombre preferimos no acordarnos, apareció desafiante una bandera vasca, según hemos podido recoger en la instantánea que compartimos con los lectores. La ikurriña fue retirada al cabo solo de unos minutos. Sin duda, algún avezado insurrecto reparó en el error de exhibir un símbolo que venía precisamente a contrarrestar lo que ellos dicen defender y a reafirmar lo que desde aquí se viene denunciando: la utilización de Garínoain como mascarada al servicio de los intereses del nacionalismo vasco.

En la documentación de los garinoaindarras resentidos debería figurar una línea que consignara “de profesión embaucador”, pues los garinoaindarras (por fortuna, no todos) son unos expertos en el arte del fingimiento y la mentira política.

Estos cabrones que practican el timo de la ‘estampita’ tienen la obligación de reflexionar en la conducta que piensan seguir en el futuro. Estos elementos que se pasan el día echando agua a la leche, echando agua al pacharán o echando agua a la decencia, tendrían que ir sacando billetes a Intxaurrondo y Nanclares de Oca si éste fuera un país decente. No se puede apelar a la defensa de Garínoain con el mismo trapo utilizado para amortajar a los etarras felizmente muertos. No se puede “acusar” al alcalde Javier Echarri de no ser del pueblo (ni falta que le hace) mientras se exhiben símbolos que en Navarra representan su anexión al País Vasco. No se puede criminalizar a un navarro de larga data como Echarri mientras se está dando a entender que si militase en Batasuna, en Bildu, en el PNV, o en la madre que los parió, otro gallo menos ruidoso cantaría. 

Para estos garrulos, el orgullo y el amor propio se demuestran haciéndole la vida imposible a un alcalde navarro, por no ser del pueblo, para defender luego, ikurriña en ristre, que ese mismo pueblo navarro sea devorado por la canalla separatista vasca. El patriotismo local de estos bastardos se demuestra exigiendo al alcalde que arregle en una semana lo que sus predecesores fueron incapaces de lograr durante décadas; en permitir que el Ayuntamiento de Garinoain se encuentre sin un triste euro, arruinado y con más deudas que un ludópata en Las Vegas.

Lo expresaba cabalmente en AD una vecina de Garínoain, en la sección reservada a los lectores: “El ridículo que está haciendo el grupo de vecinos autroproclamado representantes de Garinoain es mayúsculo. Quieren atacar al nuevo ayuntamiento con cosas anteriores al 30 de diciembre y, deberían saber, que hasta esa fecha había un ayuntamiento en funciones. Yo como vecino echo mucho de menos a los servicios de limpienza que un día sí y otro también, pasaban limpiando nuestras calles (irónicamente). Como vecino, me parece bien que controlemos al ayuntamiento, pero si el plan es criticarlos con mentiras o medias verdades, no cuenten conmigo. Y no quiero seguir, pero no me estiréis de la lengua: comunales, intereses urbanísticos,etc. Un abrazo”. Nada que añadir por nuestra parte.

Esta es la idea que los vecinos de Garínoain (por fortuna, no todos) tienen que grabar en sus cerebros. Les guste o no, el partido de Nieves Ciprés será el encargado de tutelar sus inteseses municipales hasta 2015. De ellos depende seguir poniendo palos o no en la rueda del adecentamiento del pueblo. Como último recurso y si siguen generando crispación y alimentando la bronca diaria, sabemos de constructores patriotas del resto de España que sufragarían encantados la promoción de viviendas municipales en el pueblo para residentes de otras etnias y de otras religiones. ¿Qué garinoaindarra podría oponerse, con la Constitución en la mano, a tal medida?

No sabemos si Javier Echarri acertará o no en sus decisiones municipales. Pero porque lo conocemos sabemos que su gestión transformará la faz de un pueblo abandonado durante años. Y esto, que casi se puede calificar de milagro político sabiendo como se encuentran las cuentas del Ayuntamiento, es lo que los buenos y responsables garinoaindarras (por fortuna, casi todos) necesitan saber a día de hoy.