Enrique Jardiel Poncela, el humor inverosímil y antirracionalista
F.F.- Enrique Jardiel Poncela (Madrid, 15 de octubre de 1901) ha sido uno de los escritores y dramaturgos más brillantes de los últimos tiempos. Su obra se alejó del humor tradicional creando otro más intelectual, inverosímil y antirracionalista, rompiendo así con el naturalismo tradicional imperante en el teatro español de la época. Esto no lo comprendió buena parte de la crítica de su tiempo, que carecía de la inteligencia necesaria para comprender su teatro del absurdo.
Como es sabido, al iniciarse la Guerra Civil, en 1936, Jardiel es detenido, el 16 de agosto, y llevado a una checa: esas siniestras prisiones privadas que utilizaban los milicianos de izquierda. Tras lograr salir de la checa, en 1937, marcha a Francia y seguidamente a Argentina, donde trabaja para el cine y la radio. En 1938 regresa a España a través de Portugal, estableciéndose en San Sebastián, en la zona nacional. En 1939 regresa a Madrid, donde el 16 de junio estrena la opereta Carlo Monte en Monte Carlo, con música de Jacinto Guerrero, y el 21 de octubre la comedia Un marido de ida y vuelta. Realiza un doblaje cómico para una antigua película muda, Mauricio, o una víctima del vicio.
Sus obras siguen representándose en la actualidad y han dado origen a muchas películas pero sus convicciones políticas le han hurtado la primera plana de los medios habituales. Murió de cáncer y arruinado en 1952.
Poco antes de morir, escribió una carta sobre su estancia en Uruguay. Iba fechada y datada en Madrid, el 28 de enero de 1950. En ella, entre otras cosas, decía: “… yo con respecto a Franco siento algo mucho más profundo: siento idénticos sentimientos que siento respecto a España; pues Franco y España son sinónimos y significan lo mismo para todo buen español, puesto que sin Franco, España hubiera muerto en el verano de 1936 y hoy España sería una república soviética: esta es también la verdad, aunque los traidores a España no quieran confesárselo así; y contra las acusaciones de que yo había llamado en una ocasión “memocracia” a la democracia que hubo en España, yo jamás hubiera dicho de ella una cosa tan vulgar y tan amable: lo menos que la hubiera llamado hubiera sido “asesinocracia”, que es lo que fue, mientras imperó a sus anchas en Madrid, Barcelona, etc., desde febrero de 1936 en que subió al poder esa “democracia española” (?) hasta el 28 de marzo de 1939 en que las tropas de Franco entraron triunfantes en Madrid, iniciando el principio del fin de la guerra española”.