Una vez más, la derecha liberal española está pagando el precio de su sometimiento a los intereses políticos de la izquierda allá por los años 70. En España, lo correcto o incorrecto se establece a través de las sucursales ideológicas de la izquierda, de tal modo que hasta la sociedad le ha otorgado amplio rango de legitimidad a la hora de expedir los certificados de buena o mala conducta democrática, de fascista o demócrata. Eso hace que el PP sea una y otra vez víctima de sus complejos existenciales, de su indefinición en temas de la moral pública y recurra al aforismo gallardoniano de “somos un partido de centro”, mientras que los dirigentes de la izquierda proclaman exultantes su condición progresista.

 Tener que ir a rebufo de las trampas y tretas que le lanza la izquierda ha tenido para el PP consecuencias fatales desde el punto de vista electoral. Carente de un discurso ilusionante y sin una base social dispuesta a salir a la calle para defender con “uñas y dientes” a sus líderes, el PP se tiene que conformar con esperar a que el desgaste de sus rivales haga aceptable su llegada al poder. El 11 de marzo de 2004, el PP fue víctima de una de esas maniobras que, desde los tiempos del asesinato de Carrero Blanco, son urdidas desde Francia a contrapelo de los intereses del país. El PP optó por callar y plegar velas. Cualquier otra reacción le habría puesto aún más en contra de una sociedad con tantas telarañas mentales, adocenada, teledirigida y que, por todo lo anterior, ha renunciado a la función de contrapoder que en una democracia auténtica y genuina debería tener. La izquierda ya se encarga de traducirle los acontecimientos en el idioma de la tergiversación y la mentira que en ella siempre fue común.

Sin el entreguismo del PP y la renuncia a determinados principios al inicio de la transición democrática, tal vez el panorama hoy sería otro. Si se ofrece al adversario la autoridad moral como para que la defensa del aborto, del feminazismo y de los ‘matrimonios’ gays resulte políticamente más presentable y aconsejable que su crítica, ¿con qué fortaleza ética cuenta el PP para ganarse nuestra confianza?

El último ejemplo de la capacidad maniobrera del partido socialista para revertir el curso de las encuestas nos lo proporciona el comunicado-trampa de PP. No se anuncia la disolución de la banda. Tampoco que tenga intención de entregar las armas, pero ahí está el PP, sin capacidad de respuesta, prisionero de sus propias contradicciones morales e ideológicas, sin capacidad de responder a la añagaza etarra fuera de los márgenes oficiales. Se sabía que el PSOE de Rubalcaba jugaría una gran baza para las elecciones y se sabía también que esa baza sería ETA. Pese a la previsibilidad de los acontecimientos, al PP le han cogido una vez más con el pie cambiado. La entonticia de sus líderes es inversamente proporcional a la habilidad de los socialistas para el embrollo. Y el embrollo etarra les está saliendo rentable.

Fuentes de Ferraz no ocultaban hoy su euforia ante las encuestas de urgencias elaborados por sus expertos demoscópicos tras el anuncio de ETA. Al parecer, la distancia de los socialistas con los populares se reduciría hoy a sólo cinco puntos, con lo que habrían rebajado hasta la mitad la diferencia de votos registrada el pasado 22 de mayo. Consideran que esa diferencia les da el suficiente margen para la remontada. Confían en que la noticia del abandono de la lucha armada por parte de ETA siga teniendo vigencia emocional entre los españoles hasta el inicio de la campaña. De entrada ya han conseguido que el debate económico se soterre por unos días. 

700.000 indecisos vuelven al redil del PSOE

“Hay partido”, martillean las voces más optimistas dentro del PSOE. Sí habrá “pelea” en cualquier caso, considerando el lema de campaña que los socialistas presentaron ayer: “Pelea por lo que quieres”. Prologando el combate, la responsable del Comité Electoral socialista, Elena Valenciano, ofrecía ayer otro inquietante dato para los intereses electorales de los populares. Aseguró que el PSOE ha recuperado 700.000 electores, que se encontraban aparcados hasta ahora en la indecisión.

El deseado caladero de indecisos que cortejan todos los partidos convive en esta ocasión con un amplio magma de votantes desencantados con Zapatero,”cabreados” en el diccionario interno del PSOE, cuya reconquista es imprescindible para los socialistas en su intento de contener la sangría que predicen las encuestas.

Por eso, los 700.000 votantes robados por Rubalcaba al desafecto apuntan una clave “muy relevante”, según el análisis de Valenciano. A su juicio, suponen “una inflexión clara en la tendencia de voto” que acredita que “el votante socialista se está empezando a mover”, según trasladó ayer la responsable electoral socialista a sus coordinadores territoriales de campaña, reunidos en la sede federal del PSOE.

Según los datos que maneja el entorno de Alfredo Pérez Rubalcaba, el porcentaje de potenciales electores socialistas indecisos ha bajado del 41% al 35% “en dos semanas”. La mayor fidelización de voto se estaría produciendo en Cataluña y Andalucía, dos territorios clave para el PSOE.
“Es una prueba de que la campaña está funcionando”, aseguró Valenciano, según coincidieron varios de los asistentes a este encuentro, celebrado a puerta cerrada. Dos son los motivos que invocó la responsable de campaña socialista para explicar esta tendencia: el votante de izquierdas regresa al PSOE “movido por las propuestas del candidato” y, también, “por el temor a la ofensiva de recortes que puede emprender el PP si llega a gobernar”.

Los socialistas se retrotraen a la última legislatura bajo un Gobierno del PP (2000-2004) Prestige, invasión de Irak… para refrescar las consecuencias de un poder absoluto en La Moncloa. “Convirtieron el engaño y la mentira en el principal recurso político y la seña de identidad de su gobierno. En todos los momentos decisivos y ante las circunstancias más difíciles para el país, la sociedad se encontró con un gobierno que mentía sistemáticamente, haciendo intoxicación en lugar de información”, recuerda el PSOE.